lunes, 18 de febrero de 2008

El triunfo de la etnicidad


Muy a pesar del voluntarismo del derecho internacional, tan débil, tan indefenso, Kosovo ha sido elevado a los altares del estado nación sujeto a un principio étnico. La gran Albania va tejiéndose en oposición a los intentos de la gran Serbia. La bandera roja con el águila bicéfala en el centro -sello de la revuelta contra el todopoderoso imperio otomano- es blandida en las calles de Pristina -capital de una provincia que nunca fue república ni estado, ni quiso serlo-, mientras en Tirana, y en Washington, muchos se frotan las manos.

EE.UU juega de nuevo a la fría geopolítica según patrones de realpolitik sin importarle demasiado consolidar unos balcanes divididos y enfrentados. Ello favorece su presencia con bases militares, dólares en abundancia e influencia política y cultural. Lo de siempre en política internacional: un estado amigo entre los lobos esteparios de la comunidad internacional. Diplomacia preventiva al estilo de Bismarck.

Europa nuestra, muestra de nuevo su indefinición en política exterior e incumple su propio cuerpo doctrinal en materia de reconocimiento de estados -Acta final de Helsinki, Carta de París para una nueva Europa, la resolución 1244 (1999) del Consejo de Seguridad de las maltratadas Naciones Unidas o las decisiones de los Consejos de ministros de exteriores que desde 1990 hasta febrero 2008 han ido marcando las pautas a seguir al respecto-. En saco roto ha caído la propuesta Martti Ahtisaari, último y más trabajado intento de resolver el conflicto mediante el acuerdo explícito entre las partes para modelar una convivencia pacífica. Sólo España figura entre los Estados grandes europeos que defienden la vigencia de dicho cuerpo de doctrina y, con él, la legalidad internacional, si bien los motivos pueden ser más de los que oficialmente se esgrimen.

Pobre Ivo Andric y triste repetición del fracaso de su narrativa vital de los balcanes. La convivencia de las distintas religiones en el Puente sobre el Drina se difumina bajo la inquina étnica de los guerrilleros de la esencia convertidos en diplomáticos de corbatas lustrosas, manos finas y mentes decimonónicas.




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