miércoles, 16 de enero de 2008

Es la historia (estúpido...)

La historia tiende a repetirse. Este determinismo aparentemente inevitable puede aplicarse a lo que parece estar conciéndose en la marmita de las economías occidentales (el resto, salvo los dragones asiáticos, pintan poco o nada). Keynes diagnosticó lo sucedido en los felices años 20. Los paralelismos con los sucesos de hoy no deben sorprender a nadie.

A partir de 1925 se produjo una expansión generalizada de la actividad productiva y del consumo en las economías "liberales", liderada por los Estados Unidos, etapa conocida como Big Business - que buen slogan para algunos en los últimos años-. El desarrollo industrial fue espectacular. El incremento de la productividad generó más empleo -mano de obra del campo a la ciudad como hoy transita del sur al norte-, mayores sueldos, y un patrón de consumo masivo y favorecido por el crédito y las ventas a plazos -en proporción, similar al boom crediticio/hipotecario actual-. Estaba en ciernes un nuevo estilo de vida: prosperidad, boom económico, consumo de masas y expectativas optimistas. Confianza.

Todo ello al amparo de los logros de la Segunda Revolución industrial -la revolución tecnológica de hoy-, de la expansión del crecimiento urbano -las inmobiliarias hicieron también su agosto- y de un mercado de consumidores, interclasista y multinacional. La recuperación europea tras la primera guerra mundial se valió del crédito americano y de un marco político que se construyó a pesar de no pocas dificultades al combinar viejas estructuras y nuevas realidades: declive de la vieja guardia vs. vitalidad de las nuevas formas, en diplomacia por ejemplo. Como en la Europa de hoy, a partir de un escenario supuesto de paz que se creía ya eterna (así lo establecía el pacto Briand-Kellogg en 1928, según pautas tan idealistas como algunas de las que rigen hoy). Y a mi Rusia me da que pensar..
Sin embargo, el modelo no era intrínsecamente sano y las distorsiones del crecimiento económico empezaron a hacerse evidentes a partir de graves desajustes: endeudamiento, exceso de riesgo crediticio y rivalidad financiera desleal. El crack del 29 desembocó en una guerra mundial... Y lo peor es que la historia, para bien y para mal, tiende a repetirse.


No hay comentarios: