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viernes, 8 de junio de 2007

¿El declive del imperio?


A vueltas con Irak. Tengo la sensación de que no somos plenamente conscientes de la magnitud de los cambios que la invasión de Irak y sus horrorosas consecuencias producirá antes o después en la llamada "comunidad internacional". El ataque preventivo "por si acaso" que Estados Unidos llevó a cabo como represalia a los atentados del 11-S todavía no ha desarrollado plenamente sus efectos perversos en la gobernanza mundial. Valga este artículo de Shlomo Ben-Ami como punto de partida para vislumbrar lo que puede llegar a suceder.


Since its victory in the Cold War, America’s global hegemony has rested on three pillars: economic power, military might, and a vast capacity to export its popular culture. The recent emergence of additional powers – the European Union, China, India, and a Russia driven to recover its lost status – has eroded America’s capacity to shape events unilaterally.
Even so, America remains by far the world’s most powerful country; its decline has more to do with its incompetent use of power than with the emergence of competitors. It is American leaders’ “suicidal statecraft,” to use Arnold Toynbee’s pithy phrase for what he considered the ultimate cause of imperial collapse, that is to blame for America’s plight.
Consider the Middle East. Nothing reveals the decline of the United States in the region better than the contrast between America’s sober use of power in the first Gulf War in 1991 and the hubris and deceit of today’s Iraq war.
In 1991, America forged the most formidable international coalition since World War II, and led it in a fully legitimate war aimed at restoring regional balance after Saddam Hussein’s invasion of Kuwait. In 2003, America went to war without its trans-Atlantic allies after manipulating false assertions. In doing so, the US embarked on a preposterous grand strategy that aimed no less at simultaneously dismantling Iraq’s tyrannical regime, restructuring the entire Middle East, destroying al-Qaeda, and helping democracy to take root throughout the Arab world.
The result has been utter failure: military defeat and a severe degradation of America’s moral standing. Rather than undermining radical Islam, the US has legitimized it, in Iraq and beyond. Indeed, what will now shape the future of the region is not democracy, but the violent divide between Shiites and Sunnis that the Iraq war precipitated. It is this Muslim civil war that is allowing al-Qaeda to gain a larger pool of recruits.
With Iraq probably becoming the first Arab country to be ruled by Shiites, and hence integrated into an expanding Shiite Iranian empire, America’s Sunni allies in the region now view the US as unreliable. Indeed, the US is seen as practically complicit in inciting a monumental reversal of Islam’s fortunes, the Shia revival. Nor is the gospel of democracy especially dear to America’s Arab allies, for the call to democratize has only emboldened the Islamists to challenge the incumbent elites for power.
Admittedly, violent Islamic fundamentalism has deeper roots in the fading promise of Arab nationalism. But America’s misbegotten democratic message has ended up alienating both its conservative regional allies, as it gave a new lease on life to political Islam, which can use the ballot box as a route to power, and the Islamists, whose electoral gains are then rejected by the US.
America’s biggest strategic blunder in the Middle East arguably concerns the emergence of Iranian power. By destroying Iraq as a counterbalancing regional force, the US dealt a major blow to its traditional Gulf allies, for whom Iraq served as a barrier against Iran’s ambitions. America offered Iran on a silver platter strategic assets that Khomeini’s revolution failed to acquire either in eight years of war against Saddam or in its abortive attempts to export the Islamic revolution throughout the region. Likewise, Iran’s nuclear program gained momentum thanks to its sense of impunity following the colossal failure in Iraq of America’s concept of “preventive war.”
The calamitous US military experience in Iraq has left it strategically diminished. Iraq has now become God’s playground, and America can hope to achieve a modicum of stability there only with the help of other regional powers. Nevertheless, the US will remain the most influential external actor in the Middle East, for its failure is one of leadership, not of actual power. Humbled by military defeat, America can recover its regional relevance only by avoiding the sin of hubris, and learning to lead without attempting to dominate.
This requires engaging revolutionary forces like Iran and Syria; respecting, rather than ostracizing, those Islamist movements that have opted out from jihadism in favor of political participation; and leading an international alliance for an Arab-Israeli peace based on the Arab League initiative.
Indeed, the paradox of America’s pernicious policies in Iraq is that they have created favorable conditions for an Arab-Israeli peace, as the emergence of Iran and the threat of a fundamentalist tsunami have focused Arab minds on the urgency of a settlement with Israel. The Palestinian issue is not the source of all the Middle East’s ills, but its resolution would dramatically improve America’s standing among Arabs. More importantly, it would deny Iran the ability to link popular Islamic and Arab causes with its own hegemonic ambitions.

Copyright: Project Syndicate, 2007.

domingo, 13 de mayo de 2007

Algo nuevo se está cociendo en Oriente Medio


Abba Eban, destacado diplomático israelí fallecido poco después del 11-S, afirmó en una ocasión que los políticos toman las decisiones correctas, pero antes suelen agotar todas las demás. Puede ser una afirmación válida para el caso del repentino afán de la adiministración Bush por emplear la palabra Diplomacy, y en qué sentido la emplea, después de un período de 5 años concentrada exclusivamente en una contundente pero ineficaz represalia militar. Conviene identificar 3 escenarios clave para los próximos meses: los efectos políticos de la última cumbre de la Liga de Estados Árabes celebrada en Riad los días 28 y 29 de marzo 2007, en la que se ha aprobado un documento -Declaración de Riad-que puede ser de vital importancia para el futuro de la Iniciativa Árabe por la Paz y la definitiva solución del más largo y contagioso conflicto de la historia contemporánea; las implicaciones regionales de un probable cambio de gobierno en Israel; y la aparente aceptación de Irán por iniciar convesaciones bilaterales de alto nivel con Estados Unidos, en principio sobre la (in)seguridad en Irak.

Pudiera darse el caso de que en la administración Bush se hubieran convencido de la necesidad de dar un oportunidad a un nuevo paradigma internacional construido sobre un pilar hasta ahora puesto en cuestión, cuando no menospreciado, esto es, la legitimidad internacional. Hasta ahora, no considerarla, sólo ha ocasionado pérdida de legitimidad interna (así lo reflejaron los resultados de las "mid-term elections"). Puediera ser que, ante el caos al que nos conducen las represalias militares unilaterales, aquellos que propugnan la necesidad de recuperar la supremacía del derecho internacional vayan ganando paulatinamente mayor peso en los procesos de toma de decisiones, en particular respecto de la situación global en Oriente Medio. Vayamos por partes:

1. La Declaración de Riad (también conocida como la iniciativa saudí) puediera resultar un punto de partida crucial para una solución equilibrada del conflicto en Oriente Medio, por tratarse de un documento propuesto por la diplomacia de un Estado pivote en el conflicto, cuyos letra y espíritu no son los propios de una política de confrontación, y que pretende regionalizar no el conficto sino su solución, haciéndola creíble y legítima. Parece evidente que tras años de negociaciones bilaterales, los representantes palestinos e israelíes son definitivamente incapaces de llegar a un acuerdo final por sí mismos. Les separan detalles que suponen no más del 1% del territorio bajo negociación, pero son detalles que afectan muy directamente al plano histórico-emocional, caso de Jerusalén (demasiada historia y demasiada poca geografía...). Por tanto, sólo a partir de una propuesta como la saudí, que sea convincente y legítima -al aprobarse en un foro como la Liga de Estados Árabes lo es-, qy ue enmarque la solución en el ámbito regional siendo posteriormente respaldada por los Estados Unidos, la UE y el Consejo de Seguridad de la ONU, sólo a partir de entonces, las partes estarán en condiciones de adoptar una solución definitiva. Y digo definitiva porque el marco multilateral descrito será el garante de su continuidad ante posibles violaciones. La próxima visita de Condoleezza Rice a Madrid puediera ser importante para favorecer la convergencia de posturas al respecto, además de un buen momento para empezar a pensar en una Cumbre Madrid 2 (16 años después) quizás para después del verano.

2. Sin embargo, los plazos parecen estar vinculados al futuro de Olmert. En Israel, los gobiernos que pierden guerras no gozan de segundas oportunidades. Por ello, y tras el informe Winograd sobre los errores del gobierno en la invasión del Líbano, es muy probable que el gobierno Olmert caiga. El nuevo gobierno entrante tendrá que tomar decisiones difíciles y bajo ese condicionante debe ser elegido. No deberá dejarse manipular por quienes consideren que la iniciativa saudí es una "iniciativa trampa" aunque, en todo caso, es probable que la presión ejercida por Estados Unidos, en su afán por recuperar la diplomacia, resolver el conflicto y con ello eliminar de un plumazo el argumentario de AlQaida en el mundo y, en especial, en Irak, pese más que cualquier otra circunstancia. Por tanto, Israel se enfrenta a un momento diplomático crucial para su destino al no poder no tomarse la iniciativa árabe en serio y tener que sentarse a negociar en un "entorno" no muy favorable.

3. Pero la administración Bush no sólo está volcada en la vía diplomática por causa del fiasco de Irak, sino que tiene un ojo puesto en el emergente papel que Irán (país no-árabe por naturaleza y por ello temido por los países árabes) quiere desempeñar en la zona, principalmente en el terreno nuclear. Nada puede ser más temido por Teherán que el acuerdo definitivo con Israel, ya que acelerar un acuerdo entre los Estados Árabes (Palestina y Siria incluidas) e Israel significa aislar a Irán y obligarle a su vez a negociar.


Si este planteamiento se cumple, puede decirse que todos ganan: Estados Unidos saldría de Irak habiendo pagado un precio defendible por la paz, Israel obtendría reconocimiento y garantías de su soberanía, Palestina se constituiría como Estado soberano y un futuro por construir, los países árabes se concentrarían en el nuevo Nahda o Renacimiento Árabe que se propugna en la Declaración de Riad, consiguiendo con ello la supervivencia de los regímenes moderados tras debilitar a Al Qaida, e Irán legitimaría internacionalmente su revolución islámica y su posición en el Golfo, confirmándose con todo ello la veracidad de la afirmación de Eban: se habrían tomado las decisiones correctas, muchos miles de muertos después.





jueves, 26 de abril de 2007

Sociedad civil y solución de conflictos


Shlomo Ben Ami, gran Embajador de Israel en España en la época del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos estados, ex-ministro de Asuntos Exteriores de Israel y mediador / negociador de reconocido prestigio en la arena internacional, plantea que una posible vía alternativa para resolver conflictos, sobre todo aquellos anquilosados en las conciencias y las pasiones de las partes, es la diplomacia de segunda vía, es decir, aquella promovida por grupo independientes, con la legitimidad endosada por los gobiernos en conflicto pero sin la responsabilidad de tomar decisiones bajo la presión de los medios -y de los electores- y por ello, precisamente, con más libertad de acción; y con la virtud de saber reflejar todas las sensibilidades de cada uno de los elementos de las partes implicadas. Utiliza ejemplos y analogías: los acuerdos de Oslo, el acuerdo de Ginebra, las negociaciones de Camp David o los actuales procesos de paz en Colombia, el Sahara y España. Su forma de exponer los hechos y las lecciones de ellos aprendidas es brillante, su capacidad de síntesis, impeclable, y su concentración apasionada en el hilo argumental, digna de los mejores oradores. De todas formas, de todos los conflictos mencionados sólo la paz Israel-Egipto es por él considerada como satisfactoria, aunque sólo por el momento . En todo caso, quizás sus reflexiones más audaces son las referidas al papel que Irán juega en Oriente Medio. ¿Por qué todos los países de la Liga Árabe ahora sí apuestan por la paz con Israel?. Hay una ola de preocupación en los régimenes árabes, fundamentalmente entre la comunidad sunní - y en especial en Arabia Saudí, paradigma del régimen pre-democrático sustentado en clanes familiares vinculados a la tierra y a los pozos - respecto a la extensión de la revolución chií promovida por el régimen de los ayatollahs. No debemos olvidar que Irán es el único país de la zona que es de constitución natural, sin planes británicos o franceses de por medio. Su sentido de la identidad y su condición de no árabe, refuerzan su potencialidad cultural, comercial y, según sus deseos, energética y armamentística. He ahí el próximo gran conflicto.