cómo se fabrica un líder
A todos nos importa ganar. Después, cada uno elige su camino para lograrlo.
Le llamo Rafael, no me sale Rafa, si lo hiciese así no hablaría exactamente de él, sino de la figura que aparece en los periódicos. Es de buen carácter, una persona dócil y receptiva. Hay otros con sus valores humanos. Al fin y al cabo es un chico muy corriente. Lo único que le distingue del resto es que ha triunfado.
Cuando un árbol se ha torcido es difícil enderezarlo. Desde niño posee una educación normal, como las de antes, conoce unas normas que debe respetar. Con otro entrenador, procedería de la misma manera. Lo consulta todo con sus padres. Es joven y está en formación. Vive con su familia, y pide permiso a sus padres para según qué cosas. Sabe que no puede volver a casa a cualquier hora.
Demasiadas veces todo vale. A quien tiene éxito se le suele consentir todo, las malas formas, los comportamientos poco edificantes. Mi mujer, licenciada en Filología y ex profesora de instituto, se sorprende de cómo la enseñanza se basa en que el alumno apenas deba estudiar, en la ley del mínimo esfuerzo. Vemos demasiado a menudo cosas muy chabacanas, la búsqueda de la gracia inmediata. El cine clásico tenía grandes guionistas, diálogos trabajados. Ahora todo ha de ser ligero, fácil, automático.
A mis padres no les hacía falta decir mucho. Enseñaban con su actitud, con su aplicación en el trabajo. Aprendías pronto que las cosas valían dinero, que debías apagar la luz cuando abandonabas tu cuarto, que debías cuidar los zapatos.
Él no es especial, es una persona como usted o como yo, lo que le convierte en especial es la actividad que desempeña. En mi pueblo hay muchos carpinteros y ebanistas. Se enorgullecen cuando la gente reconoce una mesa o una silla hecha por ellos y se esmeran en hacerlo cada día mejor. Además de disponer de una habilidad natural para esto, tiene una gran predisposición. Desde niño, siempre supo que cada entrenamiento tenía un valor, que cada bola que golpeaba era importante. Esto es un juego, y nada más que eso. Nos movemos en un mundo donde multiplicamos las necesidades. A este paso, nuestros hijos van a precisar de un psicólogo cuando jueguen al escondite y sean descubiertos.
El deporte está lleno de gente que ha triunfado de otra forma. ¿John McEnroe? Le reconozco un gran mérito, pero me molesta que una persona a la que la vida le ha tratado muy bien se muestre insatisfecha e incontrolada y cree mal ejemplo.
Uno de los problemas de los políticos es su miedo a no ser entendidos por la ciudadanía como defensores de un concepto harto discutible de libertad. Lo primero que se debe propagar es la disciplina, el respeto hacia los demás y hacia las cosas y el autocontrol. Esto, que parece tan simple, no se difunde mucho. Hay un exceso de celo en la clase política por quedar bien, el temor a que su discurso sea considerado reacccionario. Yo no me lo considero en absoluto. Existe una confusión muy peligrosa en ese aspecto.
Quisiera que en el colegio primara el esfuerzo, la buena aplicación, el respeto por la figura del profesor, la exigencia, con la obligación de repetir curso cuando no se posean los conocimientos necesarios
¿Principios? El primero es dar un valor al trabajo, saber que un jugador no puede depender de Dios, que no sé si existe, o de la naturaleza, debe depender de su propio esfuerzo. A partir de ahí, ha de ser capaz de aguantarse y metabolizar las situaciones adversas. También ha de saber que vencer resultará más fácil si es una persona educada y normal. Me muevo a partir de la lógica en los entrenamientos y las enseñanzas del tenis que, de alguna manera, son aplicables a la vida.
Algunos mueren de éxito, como Ronaldinho, que no tuvo interés en seguir haciendo bien su trabajo. A Rafael le hacen crecer la victoria y el miedo a la derrota, presente en cada partido. En cuanto baja un poco el nivel, están los demás.
A Rafael le gustaría tener a un tío menos duro de palabra que yo. Un entrenador ha de ser exigente, porque en caso contrario cuesta más trabajo que las cosas salgan. Hay que poner los cinco sentidos para que no haya un déficit de actitud.
Después del partido ante Fernando Verdasco en Australia y antes de la final con Federer, le dije “No esperes un milagro“. De ti depende que hagas el esfuerzo de tu vida. Difícilmente estarás otra vez tan cerca de ganar un título del Grand Slam. Puedes escucharme o no. Si me escuchas, tienes muchos números para perder, si no lo haces, los tienes todos”.
Le llamo Rafael, no me sale Rafa, si lo hiciese así no hablaría exactamente de él, sino de la figura que aparece en los periódicos. Es de buen carácter, una persona dócil y receptiva. Hay otros con sus valores humanos. Al fin y al cabo es un chico muy corriente. Lo único que le distingue del resto es que ha triunfado.
Cuando un árbol se ha torcido es difícil enderezarlo. Desde niño posee una educación normal, como las de antes, conoce unas normas que debe respetar. Con otro entrenador, procedería de la misma manera. Lo consulta todo con sus padres. Es joven y está en formación. Vive con su familia, y pide permiso a sus padres para según qué cosas. Sabe que no puede volver a casa a cualquier hora.
Demasiadas veces todo vale. A quien tiene éxito se le suele consentir todo, las malas formas, los comportamientos poco edificantes. Mi mujer, licenciada en Filología y ex profesora de instituto, se sorprende de cómo la enseñanza se basa en que el alumno apenas deba estudiar, en la ley del mínimo esfuerzo. Vemos demasiado a menudo cosas muy chabacanas, la búsqueda de la gracia inmediata. El cine clásico tenía grandes guionistas, diálogos trabajados. Ahora todo ha de ser ligero, fácil, automático.
A mis padres no les hacía falta decir mucho. Enseñaban con su actitud, con su aplicación en el trabajo. Aprendías pronto que las cosas valían dinero, que debías apagar la luz cuando abandonabas tu cuarto, que debías cuidar los zapatos.
Él no es especial, es una persona como usted o como yo, lo que le convierte en especial es la actividad que desempeña. En mi pueblo hay muchos carpinteros y ebanistas. Se enorgullecen cuando la gente reconoce una mesa o una silla hecha por ellos y se esmeran en hacerlo cada día mejor. Además de disponer de una habilidad natural para esto, tiene una gran predisposición. Desde niño, siempre supo que cada entrenamiento tenía un valor, que cada bola que golpeaba era importante. Esto es un juego, y nada más que eso. Nos movemos en un mundo donde multiplicamos las necesidades. A este paso, nuestros hijos van a precisar de un psicólogo cuando jueguen al escondite y sean descubiertos.
El deporte está lleno de gente que ha triunfado de otra forma. ¿John McEnroe? Le reconozco un gran mérito, pero me molesta que una persona a la que la vida le ha tratado muy bien se muestre insatisfecha e incontrolada y cree mal ejemplo.
Uno de los problemas de los políticos es su miedo a no ser entendidos por la ciudadanía como defensores de un concepto harto discutible de libertad. Lo primero que se debe propagar es la disciplina, el respeto hacia los demás y hacia las cosas y el autocontrol. Esto, que parece tan simple, no se difunde mucho. Hay un exceso de celo en la clase política por quedar bien, el temor a que su discurso sea considerado reacccionario. Yo no me lo considero en absoluto. Existe una confusión muy peligrosa en ese aspecto.
Quisiera que en el colegio primara el esfuerzo, la buena aplicación, el respeto por la figura del profesor, la exigencia, con la obligación de repetir curso cuando no se posean los conocimientos necesarios
¿Principios? El primero es dar un valor al trabajo, saber que un jugador no puede depender de Dios, que no sé si existe, o de la naturaleza, debe depender de su propio esfuerzo. A partir de ahí, ha de ser capaz de aguantarse y metabolizar las situaciones adversas. También ha de saber que vencer resultará más fácil si es una persona educada y normal. Me muevo a partir de la lógica en los entrenamientos y las enseñanzas del tenis que, de alguna manera, son aplicables a la vida.
Algunos mueren de éxito, como Ronaldinho, que no tuvo interés en seguir haciendo bien su trabajo. A Rafael le hacen crecer la victoria y el miedo a la derrota, presente en cada partido. En cuanto baja un poco el nivel, están los demás.
A Rafael le gustaría tener a un tío menos duro de palabra que yo. Un entrenador ha de ser exigente, porque en caso contrario cuesta más trabajo que las cosas salgan. Hay que poner los cinco sentidos para que no haya un déficit de actitud.
Después del partido ante Fernando Verdasco en Australia y antes de la final con Federer, le dije “No esperes un milagro“. De ti depende que hagas el esfuerzo de tu vida. Difícilmente estarás otra vez tan cerca de ganar un título del Grand Slam. Puedes escucharme o no. Si me escuchas, tienes muchos números para perder, si no lo haces, los tienes todos”.
artículo de Toni Nadal en el diario El Mundo (24.05.2009)
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